martes, 15 de febrero de 2011

Memorias de una adolescente.

Hoy ha sido uno de esos días en los que te levantas pensando en alguien que lo está pasando mal. Pasas las horas en clase mirando al infinito sin prestar atención al profesor dándole vueltas al bolígrafo. Terminas las clases y te vas a casa. Comes, descansas un rato y te pones a hacer las tareas del instituto y a estudiar. Te aburres muchísimo. Te conectas para hablar con tus amigos un poco e intentas evadirte de tus pensamientos. De repente, en el momento menos pensado, tu móvil comienza a sonar. Alguien te está llamando. Miras la pantalla y ves el nombre de tu mejor amigo escrito. Respondes la llamada y esperas a escuchar su voz triste. Ese es el momento en el que te das cuenta de que puede pasar cualquier cosa. Le saludas y lo primero que te dice es: "Dios mío, hoy soy el chico más feliz del mundo." Tu cara es la descripción gráfica de un poker face. Esperas unos segundos hasta que asimilas la sencilla frase y piensas: "Ahora yo también estoy contenta." Pasan los minutos mientras hablas por teléfono con tu mejor amigo y tu sonrisa es cada vez más grande y más sincera. Al final, tu día termina mucho mejor de lo que esperabas. Decides irte a la cama. Coges el iPod y adelante, la noche es joven. La música mejorará aún más el fin de tu extraño día. Son las 2 de la madrugada. Será mejor apagar el iPod, aunque no quieras, e irte a dormir. Sabes que el despertador será tan amable de despertarte dentro de 5 horas y 20 minutos, gracias, querido despertador por entorpecer mis felices sueños.

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