- Te voy a matar. - dijo él mientras la miraba fríamente.
- No me vas a hacer cambiar de opinión por mucho que lo intentes.
Entonces, ella lo besó apasionadamente. Fue un beso largo e intenso. Sus labios, pintados de un color rojo pasión bastante llamativo y sensual, se fundieron con los labios de él. Al acabar el beso, ella preguntó:
- ¿Sigues pensando lo mismo o ya te he convencido?
- ¿Convencerme de qué? - dijo él tratando de engañarla.
- De que no podrás matarme.
- Claro que lo haré.
- Al menos dime el motivo, ¿no?
- Sí. Te mataré porque te quiero.
- ¿Qué? ¡Eso no tiene ningún sentido! - exclamó ella extrañada.